Buenas noches mi Diosito adorado,
hoy estoy aquí, únicamente gracias a ti, escribiendo para ti, la carta número
2.792.
Pero antes que nada quiero decirte gracias, POR TU INMENSO AMOR, POR TU DIVINA PRESENCIA DENTRO DE MI CORAZÓN, POR SER MI PADRE ADORADO Y POR CONCEDERME EL ENORME HONOR DE SER LLAMADA HIJA TUYA.
Gracias por la vida, gracias por la salud, gracias por regalarnos la luz de un nuevo día, gracias por todo, mi corazón, gracias, gracias, gracias, mi amor. Te amo con todas las fuerzas de mi corazón mi adorado padre celestial. Te amo, te amo, te amo, mi amor.
Y para cumplir con una de las tantas promesas que te hice, quiero pedirte perdón por todos los pecados que he cometido hasta hoy.
Y también quiero suplicarte que, si es esa tu santísima voluntad, además de llenar nuestros corazones con tu inmenso y puro amor, por favor nos concedas a todos nosotros larga vida y salud, física, mentalmente y espiritual. Te lo suplico por tu amor y te doy gracias, mi adorado padre celestial.
Dios de mi vida, Dios de mi amor, Dios de mi cielo, Dios de mi corazón y de mi alma, hoy quiero dedicar esta carta para decirte tantas cosas. Dios de mi vida, me encantaría poder llegar al punto de no llorar, de no sufrir, de no preocuparte por nada porque tengo la certeza de que tu mi amadísimo señor Jesucristo tienes una razón para cada cosa que sucede en este mundo.
Dios de mi amor, me encantaría poder ser mejor hija tuya, poder demostrarte con hechos que mi fe en ti es verdaderamente ciega, llegar a ese punto en el que pase lo que pase, nada me afecte porque mi confianza en ti es enorme.
Dios de mi cielo, yo quiero que sepas que te amo con todo mi corazón, que mi fe en ti es enorme y que seguiré trabajando hasta conseguir que esa fe que te tengo sea verdaderamente ciega, porque sé que me falta mucho para entregarme a esa fe y no volver a sufrir por nada en este mundo porque sé que tú mi amadísimo señor Jesucristo estás en control de todo. Te lo prometo por tu inmenso amor mi adorado padre celestial.
Dios de mi corazón, entender y aceptar las cosas que yo no puedo cambiar es algo que todavía s eme hace muy difícil, pero gracias a ti, hoy estoy recomenzando esta parte de mi vida que se debo mejorar para merecer tu inmenso amor. Entender que me gané a pulso el odio de mis hijos a causa de todos los errores que cometí con ellos cuando eran unos niños, me tomo 58 años.
Entender que ese es el precio que
debo pagar y que es mi hijo menor el encargado de cobrármelo, me ha dado demasiado
duro, entenderlo ha sido horrible para mí, pero aceptarlo lo es mucho más. Lo único
que me da un poco de consuelo es saber que las actitudes de mis hijos hacia mí,
en especial la de mi hijo menor no es un castigo de tu parte oh, mi adorado
padre celestial, es la consecuencia obligada de mis malas acciones, acciones
que yo elegí libremente y por las que ahora debo responder.
Es por lo que hoy te suplico oh,
mi amadísimo señor Jesucristo que, si es esa tu santísima voluntad, por favor
me des la humildad para recibir el maltrato de mi hijo, aceptarlo y entenderlo.
Te lo suplico por tu amor y te doy gracias, mi adorado padre celestial.
Te amo mi Diosito adorado, gracias por todo lo que me has dado, hasta mañana.
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