Buenos
días mi Diosito adorado, hoy estoy aquí, únicamente gracias a ti, escribiendo
para ti, la carta número 2.881.
Pero
antes que nada quiero decirte gracias, POR TU INMENSO AMOR, POR TU DIVINA
PRESENCIA DENTRO DE MI CORAZÓN, POR SER MI PADRE ADORADO Y POR CONCEDERME EL
ENORME HONOR DE SER LLAMADA HIJA TUYA.
Gracias
por la vida, gracias por la salud, gracias por regalarnos la luz de un nuevo
día, gracias por todo, mi corazón. Gracias, gracias, gracias, mi amor. Te amo
con todas las fuerzas de mi corazón mi adorado padre celestial. Te amo, te amo,
te amo mi amor.
Y
para cumplir con una de las tantas promesas que te hice, quiero pedirte perdón
por todos los pecados que he cometido hasta hoy.
Y
también quiero suplicarte que, si es esa tu santísima voluntad, además de
llenar nuestros corazones con tu inmenso y puro amor, por favor nos concedas a
todos nosotros larga vida y salud, física, mental y espiritual, te lo suplico
por tu amor y te doy gracias, mi adorado padre celestial.
Dios
de mi vida, Dios de mi amor, Dios de mi cielo, Dios de mi corazón y de mi alma,
hoy quiero dedicar esta carta para pedirte perdón. Dios de mi vida, yo te
suplico con todo mi corazón que, si es esa tu santísima voluntad, por favor me
perdones porque nunca puse en práctica los dones espirituales que me regalaste
desde el día en el que me permitiste nacer. Y es que de lo poco que puedo
recordar de mi adolescencia lo único que hice fue huir.
Yo
nunca puse en práctica los dones de la paciencia, del entendimiento y de la
tolerancia con mis padres, cuando me castigaban por algo que yo hice, o cuando
sentía que eran muy injustos con el trato que me daban a mí a diferencia del
que les daban a mis hermanos, en lugar de entenderlos y no enojarme, tratarlos
con más amor y más respeto, decidí ensimismarse en mí misma, aislarme de ellos
y salir corriendo fuera de mi hogar con el primero que me propuso matrimonio
porque no los soportaba.
Si
mal no recuerdo, yo casi nunca, por no decir nunca puse en práctica esos dones
tampoco con mis hermanos ni con mis hijos. Tal vez esa sea la razón por la cual
he tenido que padecer tantos desprecios por parte de mi familia entera. Porque
esas son las consecuencias de no entender que tú me diste esos dones porque
sabias que yo lo necesitaba y que yo debí ponerlos en práctica desde que tuve
uso de razón para ser una mejor persona. Te suplico que, si es esa tu santísima
voluntad, por favor me perdones por eso. Te lo suplico por tu amor y te doy gracias,
mi adorado padre celestial.
Dios
de mi amor, yo te suplico que, si es esa tu santísima voluntad, por favor me
perdones por huir de los problemas, por no enfrentarlos el tiempo suficiente
para solucionarlos, por irme siempre por el camino fácil y no luchar como debía
para ser mejor hija tuya en lugar de ese humano equivocado que siempre fui. Te
suplico que me perdones por causar esos problemas y luego dejártelos a ti para
que los resuelvas en mi lugar porque mi condición de humano cobarde no me
permite solucionarlos. Te suplico que me perdones por tu inmenso amor mi
adorado padre celestial.
Te
amo mi Diosito adorado, gracias por todo lo que me has dado. Hasta mañana.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario