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domingo, 27 de noviembre de 2022

MI CARTA DOS MIL SETECIENTOS SETENTA Y OCHO A DIOS



Buenos tardes mi Diosito adorado, hoy estoy aquí, únicamente gracias a ti, escribiendo para ti, la carta número 2.778.

Pero antes que nada quiero decirte gracias, POR TU INMENSO AMOR, POR TU DIVINA PRESENCIA DENTRO DE MI CORAZÓN, POR SER MI PADRE ADORADO Y POR CONCEDERME EL ENORME HONOR DE SER LLAMADA HIJA TUYA.

Gracias por la vida, gracias por la salud, gracias por regalarnos la luz de un nuevo día, gracias por todo, mi corazón. Gracias, gracias, gracias, mi amor. Te amo con todas las fuerzas de mi corazón mi adorado padre celestial. Te amo, te amo, te amo mi amor. 

Y para cumplir con una de las tantas promesas que te hice, quiero pedirte perdón, por todos los pecados que he cometido hasta hoy.

Y también quiero suplicarte que, si es esa tu santísima voluntad, además de llenar nuestros corazones con tu inmenso y puro amor, por favor nos concedas a todos nosotros, larga vida y salud, física, mental y espiritual. Te lo suplico por tu amor y te doy gracias, mi adorado padre celestial.

Dios de mi vida, Dios de mi amor, Dios de mi cielo, Dios de mi corazón y de mi alma, hoy quiero dedicar esta carta para decirte gracias. Dios de mi vida, yo sé que decirte gracias nunca será suficiente para abarcar todo lo colosalmente grande que es tu inmenso amor hacia mí, hacía todos los seres que me diste para amar en este mundo y para todos nosotros tus hijos alrededor del universo entero. Aun así, es la única palabra que conozco para reiterarte cada día, todos los días, que no tengo como pagarte por tanto amor. Hoy, gracias a ti y solo a ti mi amadísimo señor Jesucristo, he comprendido que mis palabras les hacen demasiado daño a mis hijos, aunque a veces no las haya dicho con esa intensión. 

Ayer, cuando discutí con mi hijo mayor me llene de absoluta decepción y deje salir de mi boca palabras que prometí no volver a pronunciar solo para hacerle entender a mi hijo que lo que hace está demasiado mal, me di cuenta de que en realidad yo, aunque sea su madre, no tengo ningún derecho de decirle nada ahora que esta adulto, porque cada quien decide cómo vivir, este bien o este mal y porque en realidad el único que tiene derecho a juzgar lo que está bien o lo que está mal, eres tú mi amadísimo señor Jesucristo.

Dios de mi amor, es por lo que hoy quiero agradecerte inmensamente el hecho de hacerme ver todos los errores que yo cometo en honor a defender mi punto de vista sin tener en cuenta el de los demás. Te lo agradezco por tu inmenso amor mi adorado padre celestial.

Dios de mi cielo, gracias, porque a veces tienen que pasarme cosas que me hacen llorar para que yo pueda entender lo que me estás diciendo hace tiempo y yo no he sabido o no he querido escuchar. Te lo agradezco por tu inmenso amor mi adorado padre celestial. Dios de mi corazón, gracia, porque, aunque yo me equivoqué tanto y esas equívocas me hagan llorar, tu mi amadísimo señor Jesucristo, estás ahí para consolarme. Te lo agradezco por tu inmenso amor mi adorado padre celestial. Dios de mi alma, yo te agradezco con todo mi corazón por permitirme saber que mi hijo está bien, aunque él quiera desaparecerse todo el día, gracias por protegerlo a pesar de que el insiste en seguir cayendo en algunas de sus debilidades y gracias mi amadísimo señor Jesucristo, porque a pesar de que vuelve a caer, sus caídas no son tan horribles como antes lo eran. Te lo agradezco por tu inmenso amor mi adorado padre celestial.

Te amo mi Diosito adorado, gracias por todo lo que me has dado. Hasta mañana.

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